HACIENDO DE LA VALENTÍA UNA DECISIÓN DIARIA
“No existe
tal cosa llamada valentía, solo grados de miedo.” ~ John Wainwright
Cuando comencé este Blog, partí hablando sobre la Valentía, dado que
había aparecido repetidamente en conversaciones con algunos coachees como
fortaleza oculta. Últimamente, esta
fortaleza vuelve a rondar por mis pensamientos.
Muchas veces miramos la valentía con respecto a las grandes decisiones
que se toman en la vida. Decidimos hacer
algo nuevo, poner fin a relaciones, comenzar nuevas, cambiar de trabajo,
mudarnos a otro país, luchar por algo en que creemos, etc. Ser valiente es singular, inclusive casi un evento. Asimismo, creemos que se toma la decisión valiente
y lo difícil ya pasó. Quizá fue largamente
meditado, se revisaron las opciones, inclusive hasta hubo cierta desesperación,
pero finalmente se tomó la decisión valiente.
Está hecho. Vayamos adelante.
La valentía rara vez es una sola decisión.
Lo frustrante de la valentía es que no es una decisión estática. Es una manera de ser continua. Ser valiente es tomar una decisión consciente
de tener miedo, de dejar nuestra seguridad de donde estamos y movernos hacia la
inseguridad de dónde vamos. Cuando hacemos
un cambio en nuestras vidas o luchamos por algo en que creemos, la opción de
retroceder o retractarnos de nuestra decisión se mantiene abierta, dado que
cuando tomamos una decisión valiente es relativamente fácil cambiar de opinión,
sentir un miedo diferido respecto a nuestra decisión, Inclinarse por una opción
más fácil, o retroceder a la seguridad de lo conocido. Tomar una decisión valiente es ciertamente un
evento, solo que no es un fin en si mismo, sino solo un comienzo. Podemos decidir ser valientes una o dos
veces, pero la probabilidad de que esto tenga efectos perdurables en la vida es
baja. Cuando tomamos decisiones
realmente valientes, despertamos igualmente al día siguiente con miedo. Para transformar una decisión valiente en una
realidad valiente debemos reafirmar esa decisión a diario.
La valentía camina mano a mano con la perseverancia.
El VIA define la
virtud del coraje como “fortalezas
emocionales que involucran el uso de la voluntad para alcanzar objetivos ante
retos externos o internos”, y contiene las fortalezas de valentía,
honestidad, perseverancia y entusiasmo. La
fortaleza de la valentía se describe como “no
achicarse frente a una amenaza, desafío, dificultad o dolor; sacar la voz por
aquello que es correcto aunque haya oposición: actuar con consecuencia aunque
aquello sea impopular, e incluye la esfuerzo físico aunque no está limitada a
esta”.
Otra fortaleza que
cae en esta categoría es la perseverancia.
La perseverancia es básicamente tener la habilidad de resistir, de
seguir adelante aun cuando la vida es difícil.
Pareciera que la perseverancia es requerimiento sine qua non para una vida valiente. Vivir la vida valiente es entonces la
combinación entre decisiones valientes y la tenacidad de seguir adelante.
La valentía real
es cuando no hay certezas
La razón que esto
me ocupa en estos días, es porque recientemente me han dicho que soy
valiente. Nunca le había tomado mucho el
peso hasta ahora, pero siento que debo disentir. Siento que podría ser cierto decir que cada
día me estoy haciendo más valiente,
pero no creo que vivo en un estado invariable de valentía. Con retrospectiva, he pasado bastante tiempo de
mi vida preparándome, el que me ha ayudado a tomar lo que podría parecer ser decisiones
valientes. Yo a esto lo llamaría “valentía calculada”. La valentía real es cuando no hay certezas y
haces las cosas de igual manera; La
valentía real involucra soltar el control de los resultados; La valentía real es elegir tener miedo,
porque si algo no te da miedo, por definición, entonces no necesitas ser
valiente. Yo vivo con mis miedos, así
que supongo que soy valiente, a ratos.
La acalorada discusión
luego del discurso de Greta Thunberg en la ONU también me hizo pensar en su valentía,
en la mía, en la valentía colectiva, si es que la podemos denominar como tal. Esa decisión valiente ella tomó de no asistir
al colegio para protestar por el cambio climático ha ido reafirmándose todos
los días, a pesar de la adversidad y la constante presión para desistir ejercida
por ciertos elementos de la sociedad. Ella no solo es valiente, sino que ha
perseverado. No vivimos en una sociedad
que alimenta la valentía, más bien vivimos en una que alimenta el conformismo. Así como es necesario construir nuestra
habilidad individual de ser más valiente con el fin de vivir nuestra propia definición
de “la vida buena” (Seligman, 2002), de
igual manera necesitamos crear un mundo que inspira y fomenta la valentía en
todos nosotros. Solo cuando todos
trabajamos para ser un poco más valientes en lo individual, podremos ser más
valientes colectivamente.
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